jueves, 15 de mayo de 2008

Homenaje al Pronto



Mi abuela la compra cada lunes desde hace treinta años, así que yo llevo leyéndola, pongamos, veinte años.

Si algo distingue a Pronto son sus adictivas secciones. Así, “El amor no tiene edad”, versión amable y optimista (y para todos los públicos) de “El cartero siempre llama dos veces” mediante la adaptación literaria del refrán “nunca es tarde si la dicha es buena”, va de amores a edades cuando menos, y siendo generosos, intempestivas. Con vocación de novela rosa seriada pero sin entregas, la trama tiene lugar en un único capítulo dividido en dos partes: la primera y más desgraciada, consiste en un desafortunado matrimonio con algún chuleta, de nombre común, un tal Carlos, que maltrató a nuestra protagonista al menos moralmente, hasta que murió éste o cayó en brazos de otra mujer joven y casquivana, deparando a su legítima esposa un futuro angustioso y sombrío con tres hijos a sus espaldas y cincuenta años en el coleto. En la segunda parte aparece el ángel, normalmente con un nombre un tanto ridículo, en plan Abundio o Robustiano, hombre que colmó a nuestra heroína de atenciones y la devolvió la fe en la vida y en los hombres, y cito casi literal. Como colofón, nuestra narradora, ahíta de amor, arenga a las desdichadas lectoras, como antes fue ella, para perseverar y no bajar los brazos: “Por eso, lectoras amigas, sabed que en cualquier momento os aparecerá, a la vuelta de la esquina, vuestro Abundio”. Qué horror. Moraleja: ponga un Abundio en su vida.

“Un hecho real”, como indica su título, contiene tanta carga de patetismo, tormento, dolor y pesadumbre que parece mentira que sea cierto. Vidas al límite: un paseo por el lado salvaje de la vida, sazonado con las dosis justas de traición, mentira e infidelidad. También hay un huequecito para el amor, cierto es. Sobre este particular, recuerdo un pasaje particularmente siniestro, y al parecer, hermosísimo, de una mujer que, habiendo hallado consuelo en un hombre que la había, por así decirlo, devuelto a la vida, ante la enfermedad en el ojo de ella, él, ni corto ni perezoso, decidió arrancarse un ojo, vamos, dárselo a ella para que viese a través y en vez de él. Tal cual. No está confirmado que la película Te doy mis ojos se base en este relato. Saturado de tanta historia, el lector llega exhausto a “Qué hubiera sido de mi vida si no...”, así que decide alegrarse la vista con la sección de salud y belleza. La revista se hace en Barcelona, y bien sabido es que por su proximidad a Francia, los catalanes se mueven entre la impudicia y la total desvergüenza, así que no había día en que no se colase alguna tetilla suelta si no en un reportaje, que también, (etapa dorada, a este respecto, fue la de Danuta, Sabrina y Samantha Fox) sí al menos en esta sección, pero en plan destape, así, sin ton ni son: “Jaquecas” y te salía la chica en pelotas y con cara de póker, (solo faltaba el subtítulo, “hoy tampoco toca”), “Dolores musculares”, y ala, otra vez a la cama .Pues con más motivo en la sección de “Vivir en pareja”, claro. De todas formas, tampoco te pierdas los consejos de belleza de las lectoras: cada una mandaba su particular truco, y sabe Dios que eran de lo más extraños (yo siempre me preguntaba de dónde podrían sacarlos): purés de patata para fortalecer los rizos, baños de gaseosa para endurecer los glúteos, friegas con manzanilla para “ir bien al baño”.¿Sabiduría popular o vicios inconfesables?

Sin embargo y, siendo sinceros, toda lectura del Pronto comenzaba por la página de "El médico responde", un consultorio médico al uso donde la viva estampa de la enfermedad, con palidez cetrina, ojeras, manchas en la piel y aspecto más que preocupante no era una alegoría del enemigo, el virus, sino la foto del matasanos, que con gesto adusto, presidía la página. En casa del herrero, cuchillo de palo. El pobre doctor era una réplica del magistrado Rosales en Veredicto: la ciencia tiene más autoridad cuando se presenta bajo las formas de la senectud. Un cáncer doce líneas, una vagina estrecha doce líneas, un pene curvo doce líneas: el saber constreñido a los márgenes y dictados de las revistas del corazón. Como corolario, un consejo final, regalo de la casa. Para un hipocondríaco como yo, la lectura de tantos síntomas, afecciones, tratamientos y deformidades me entusiasmaba y angustiaba a partes iguales. Y el médico era Dios, claro. Me encantaba la forma en que despachaba consultas tan dispares, cuadros médicos tan anómalos, sin inmutarse el tío, sin alarde ninguno, aunque es cierto que ayudado por un equipo de especialistas. "El psicólogo responde" venía después, con idéntica estructura, claro que no recuerdo que tuviera foto ni firma. Da igual: los psicólogos ya en esos tiempos no me despertaban simpatía alguna, ni ahora, la verdad, pues no me inspiran admiración: sus consejos son máximas dictadas por el sentido común y sus palabras siempre tienen ese tufillo totalizador y de cita que me estomaga. Cierto es que yo no gusto a los psicólogos, eso también es verdad, aunque no sé por qué. No hay entrevista de trabajo en que no me diesen por no apto, los tíos. ¡Pero si yo he dicho todo lo que tenía escrito en este papel! A ver, me gusta pasear, salir con mis amigos y ver cine en versión original, como a todo el mundo. ¿Un defecto? Eh, bueno, que soy un poco perfeccionista, creo, y a veces demasiado trabajador. ¿Una virtud? Pues esa, precisamente, el ser muy trabajador. Si, si, encantado, adiós, y ya sabes que la cita ha salido mal, que tiene tu número pero no te llama, el cabrón, y mira que le has extendido la mano firme y fuerte como viene en este manual tan simpático, pero no, para él no vales, no eres normal, y encima, malditas las ganas que tienes de saber quién se ha llevado tu queso. En el caso del Pronto el psicólogo iba de buen rollo, ni rastro de Recursos Humanos, un amigo invisible que sospecho redactaba él mismo las consultas por la naturalidad con que contestaba, y que, como poco podía ayudar, te sugería que hicieses de la necesidad, virtud, pero lo disfrazaba de poderosos eufemismos : pureza o libertad por vida sexual insatisfactoria o soledad. Un artista.
El resto funciona como una revista del corazón convencional, eso sí, con su consiguiente cupo de fatalidades y siniestros, para configurar una crónica negra que asuste convenientemente a las abuelas, pero también con secciones propias, muy graciosas, como la de curiosidades. Siempre me encantó esa sección: la mujer con los pechos más gigantescos del mundo, la niña con mayor hirsutismo facial, el niño lobo, la madre más prematura, el matrimonio con mayor diferencia de edad, la perrita que amamantó varios gatos, niños con macrocefalia, microcefalia, hidrocefalia....Diversión a raudales. Todo por un euro. La revista más leída de España. Y con razón.

viernes, 9 de mayo de 2008

La Latina: Los domingos ya no son una lata


Los diecisiete son democráticos, los treinta no. Por mucho que en la Latina, a priori, tenga las mismas oportunidades de llevarse a la cama a una pija un tendero que un ingeniero. Ya viene la marabunta endomingada, todos vestidos con sus mejores chándales: los domingos, en la Latina, toca clase de gimnasia. Ellas se ponen coletas: adiós a la inocencia. A los treinta no hay paraíso, pero bueno, algo se puede hacer. El sábado unos porritos y a la cama, que el domingo hay que trabajar. Y duro.

La Latina da respuesta a preguntas universales: ¿qué hay después de los veintinueve? ¿hay vida después de los treinta? La Latina es solidaria: hay muchas bocas bongueras que alimentar. Unos centimillos para la música. De críos se ligaba pidiendo mechero, aquí se liga pidiendo papel. Viene a ser lo mismo: la cantidad de testosterona no se crea ni se destruye, solo se transforma. Pero bueno, al final siempre ganan los mismos: el gafapastismo o gafafascismo: la dictadura de la gafa de pasta. “Los domingos en la Latina....son guays”. Eso es, guay. Te da hasta cosilla pedir un cacharro al mulato vasilón que pone copas. Mestizaje, sí, de eso hay mucho. Eso también es guay. Tremendas argentinas, fornidos mulatos, mexicanos con crestas...
Para que luego digan que los españoles somos racistas...¡Si son igual que nosotros! Hasta más guapos.

Membrillo y un poquito de queso, setitas y salmón. También hay huevos rotos, pero los amasijos de huesos treintañeros montaditos en un poco de lomo añejo piden pocas calorías, que el alcohol engorda. Todo es mínimo: la comida, las faldas, la música... un remusguillo, un runrún ligero e imperceptible de tambores en la marea de buerrollismo matinal. “Esa no cumple los...”. No, no los cumple. Pero sus cuerpos siguen incorruptos, apuntalados por los macizos muros de la depravación dominical y pandillera. Madrugan. Ir a la Latina es un trabajo.
Fuera, la Policía. Ellos también van a la Latina, pero nadie los ha invitado, ¡que se sepa! Patrullando, escuchan el Carrusel Deportivo o a Van Morrison lo que, por otra parte, todos haríamos de no haber inventado Dios un domingo la Latina antes de irse a descansar. Para qué queremos más, multa por fumar porros a un pobre desgreñado. Ya están los policías fachas, vienen a provocar. Que no hombre, que no, vienen a daros conversación. Y épica al asunto. Que ya no tienes hora para llegar a casa.