sábado, 28 de junio de 2008

Diario de un gruñón: Isn’t it ironic?


Avanzan las estaciones de metro y ahondas en los intersticios de las grandes ciudades, descubres viscosos tejidos marginales y olisqueas hediondas y tupidas glándulas suburbiales, mientras los nombres se vuelven grandilocuentes, idílicos...toda una declaración de principios: Calle del Progreso, barrio de la Esperanza, metro Prosperidad... Más que nombres de distritos parecen los principios fundamentales del Estado Social de Derecho... se queda uno turulato. Las ciudades más exóticas, las más afamadas capitales del mundo y los más bellos montes reconvertidos en desalmados y periféricos templos de hormigón y tiza negra, con sus tapias, patios de vecinos y obscenos carteles publicitarios retocados. Vaya tela. Nelson Mandela redefine el apartheid entre minorías realquiladas, el Príncipe Carlos de Inglaterra extiende sus reales atribuciones a los botelloneros del extrarradio, el maestro Garrigues imparte su magisterio con un desalentador índice de absentismo escolar. La calle Venecia está repleta de “gondoleros” mazas y tuneados. Ya ni quiero conocer el otro Manhattan. Hay más Jennifer en la guía de teléfonos de Alcorcón que en toda Norteamérica. Las camisetas de selecciones de rugby de la talla XXL están agotadas, los polos de promociones universitarias de los 90 ya no dan el pego. Nadie se lo cree. Ni siquiera yo, que estoy agotado. Once estaciones todos los días.