martes, 7 de julio de 2009

Hannah Quintana y Ana Rosa Montana




Considero que, a la luz de estas imágenes, queda bien claro que Ana Rosa envejece, cual Dorian Grey, no en su retrato sino en el cuerpo y cara de la buena de Hanna Montana. De eso estoy seguro. Eso en el caso de que Hannah no sea directamente el retrato de Ana Rosa

Felices años 20, terribles años 30

------------------------------ (PRELUDIO DE UNA NOCHE TOLEDANA)---------------------


-Perdona, ¿ te importa que te pregunte cuántos años tienes?
-No, qué va, pues 35, al 2,5 % T.A.E
-Ah, muy bien

Me cuentan que treintañeros de nacimiento se reúnen en urbanizaciones y celebran cenas por parejas, sabatinas pero con espíritu dominical, casi religioso, una extraña liturgia de “urba” (lo llaman así) en la que nuevos amigos unen sus lógicas afinidades topográficas y crediticias en celebraciones que se prolongan hasta bien entrada la mañana. Algunos testigos me han llegado a reconocer que vieron a algunos de ellos salir ebrios, que no distinguían un euribor de una letra, una amortización de una cuenta ahorro vivienda. Hablamos del treintañero más espiritual y convencido, padre de familia y holgado asalariado o pequeño o mediano empresario, novio o marido de los que nunca enamorarte a primera vista, de los que ganan cuando los conoces, orondos, con entradas y carné de conducir en el verano de COU. Más listos que inteligentes.

Tras los felices años 20, la explosión demográfica de los 30. El 0,1% que ha subido la natalidad en 2008 en España se concentra aquí. En la terraza del bar de la esquina, diez carritos de bebé, ocho de cada diez mujeres embarazadísimas, el resto hablando de tratamientos de fertilidad (y de hipotecas y prendas, pues bien sabido es que el Código Civil creó los derechos reales para el treintañero). Cuando voy con la chavala ni la miro, que por menos se queda embarazada en ese hábitat. Con estas cosas no se juega. Se me cae media copa encima de una bolsa de pañales. Llora un niño. La madre ni toca la cerveza. ¿Estará embarazada? El calvo de al lado juega con las llaves del coche. Hay más polos de rugby que en un Cinco Naciones. Ala, unas patatas frita y a la farmacia de enfrente. Y sin rechistar. Que hoy es día fértil. Esto es vida. De pequeño empresario a semental. Y sin pagar. O sí. Treinta y cinco años pagando. Lo doy por bien empleado, piensa, si aún no ha llegado el folleto de IKEA.

Vivo en un crisol de culturas, a medio camino entre las “urbas” de treintañeros y los pisos de protección oficial y de integración. El supermercado es el zoco: en un mismo pasillo, gitanas descalzas tarareando y bailando el “si yo fuera rico” aflamencado al lado de señores prematuros con castellanos y embarazadas de ocho meses y medio con tacones y pantalones de cuero ajustados y yogures para regular el tránsito intestinal en la mano. Y todos hacen la misma fila. La misma que llevo esperando cuarto de hora. Ni contemplo ya lo de tomarme una copa en el bar de la esquina.